Enrique Climent: Somos los primeros 

ENRIQUE CLIMENT (Abusos Urbanísticos, ¡No!)

Levante , 14 noviembre 06

Como ciudadano de la Comunitat Valenciana nacido en esta tierra, miembro de una organización ciudadana que labora en defensa de los derechos humanos y medioambientales y llevado por el natural orgullo de mi valencianía, he decidido salvar un olvido imperdonable del Consell: sabemos por la prensa diaria, reflejando estadísticas oficiales debidamente compulsadas, que la Comunidad Valenciana consume más cemento que cualquier otra región natural de la Unión Europea , por eso es imperdonable que en algo que nos sitúa a la cabeza de Europa no se haya solicitado la homologación de un récord Guinness, entrando así en los libros de historia por un hecho de esta importancia, y esto es lo que propongo a los valencianos

Atrás y superados quedan hitos históricos, como haber tenido la primera imprenta que funcionó en España y haber impreso el primer libro también en España, o haber redactado y publicado el Llibre Consolat de la Mar, primer compendio jurídico que regulaba el comercio y transporte marítimo, o el tener el más antiguo tribunal existente en el mundo con un funcionamiento ininterrumpido desde sus orígenes, durante siglos, el Tribunal de las Aguas, ejemplo de impartición de justicia, pues estos y otros jalones no menos importantes. ¿Qué son comparados con ese fantástico consumo de cemento? Y quien dice cemento, dice ladrillos para la construcción; si no me equivoco al traspolar adecuadamente las cifras, se comprueba que ese gargantuesco consumo hace tiempo que hubiera podido superar el volumen y la masa de las pirámides de Egipto. ¿No es para sentirse orgulloso?
Nos dicen que en esta tierra bendita se consumieron, en el año 2004, 288 toneladas de cemento por kilómetro cuadrado, y cuando decimos consumir queremos decir verter sobre la tierra, porque el cemento no se evapora, es sólido y bien sólido. Piensen en su kilómetro cuadrado preferido en esta Comunidad, a continuación échenle encima 288 toneladas de cemento y, si quieren captarlo gráficamente, traduzcan esas toneladas de cemento a 19 camiones cisterna de 15 toneladas, de cemento, claro.

Bien es cierto que como el cemento necesita agua para fraguar, y los organismos de cuenca hidrográfica están hartos de informarnos de que no tenemos recursos hídricos suficientes para el consumo del incremento de población que todo ese cemento conllevará , así como desde el Ministerio de Medio Ambiente se anuncia que se ha de ajustar el consumo humano a 60 litros/día por persona, con un poco de suerte, habrán de echar esas 288 toneladas de cemento en polvo, salvo que en aras de un crecimiento económico mal entendido hayamos de reducir la cuota diaria por persona de agua a la que disfrutan los tuareg en el desierto del Sahara.

Este vertido ha supuesto que en seis años, los que van de 2000 a 2006, se han cubierto de cemento, asfalto y demás materiales inertes y selladores de naturaleza alrededor de 25.000 hectáreas en la Comunitat Valenciana, lo que equivale a 250 millones de metros cuadrados. Y siguiendo con las comparaciones gráficas ,en un momento en que los campos de golf están tan de moda en esta tierra, representaría unos 312 campos de golf de 18 hoyos. Si esto no impresiona al jurado de los récord Guinness, sinceramente creo que éste está garantizado, eso sí, a cambio de que nos olvidemos de esos paisajes tan entrañables a todos los valencianos, a los que tan aficionados éramos y aún creo que somos en los fines de semana, donde reponemos las reservas de oxígeno puro, de belleza natural, de libertad de movimientos, donde le podemos hacer un buen corte de mangas al estrés diario que los núcleos urbanos nos producen, y donde, finalmente, se cultivan esas maravillosas verduras y frutas de las que nos sentimos tan orgullosos, y que han sido motivo de envidia de gentes de otras partes.

Ya sé que estos sencillos disfrutes semanales no tienen ningún peso en la balanza que mide y aprecia la riqueza económica que nos dicen que produce todo este cemento y ladrillo vertido sobre la tierra, pero he de decir que a mí no me ha tocado nada, ni un solo céntimo de toda esa supuesta riqueza. Ni directa ni indirectamente ha mejorado mi vida ni la de los míos; en todo caso, se ha degradado, y no poco, el entorno que conozco desde niño.
Les propongo un ejercicio. Háganse ustedes las siguientes preguntas: ¿cuánto han ganado con esa cemento manía?, ¿en qué les ha beneficiado?, ¿su disfrute del entorno ha mejorado, o se ha deteriorado? Y, cuando se respondan, se darán cuenta que los beneficios de esa pseudorriqueza económica sólo los perciben unos pocos, muy pocos, que para mayor inmoralidad y con el ánimo de ponerlos a buen recaudo, sacan subrepticiamente de los limites geográficos de la Comunidad Valenciana, incluso de España, con lo que el posible beneficio que esa riqueza podría producir al circular el dinero que la representa, también se pierde.

Y al final de esta corrida, que más parece charlotada sangrante, ni siquiera tenemos un récord Guinness que llevarnos a la boca.

 


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